RETRATO DE UN INSTANTE QUE YA PASÓ Y ALGUNA COMIDA DE TARRO.

Sábado, 3 de septiembre de 2016.

Pepa y yo nos trasladamos a Madrid porque nos apetece ver la última película de Almodóvar. Forzosamente tenemos que hacer 50 kms ya que en los cines de Collado Villalba (la capital de la sierra), no aparece en cartel. Antes había dos centros comerciales con salas –mira que me jode tener que entrar en un centro comercial para ir al cine- pero de uno de ellos, afortunadamente, hace tiempo que las quitaron.

Nos ha extrañado mucho que esta película solo se exhiba en dos cines de Madrid. En los Conde Duque – Verdi, de Alberto Aguilera solo a las 22:00h. con subtítulos en inglés y en los Princesa exclusivamente a las 16:00h., en versión original.

Según vamos bajando por la A6 voy dándole a la perola. De capital a capital o, mejor dicho, de capitalita a capital….. A la primera Almodóvar no llega aunque sea el centro comercial, industrial y turístico de toda la Sierra de Guadarrama (Galapagar, Valdemorillo, Torrelodones, El Escorial y su San Lorenzo, Guadarrama, Los Molinos, Cercedilla, Collado Mediano, Moralzarlal y los que se me olvidan…..). A la segunda y a cuatro meses de su estreno (dos de ellos  han sido época vacacional), el film solo llega a dos cines y en cada uno de ellos a una sola sesión. Aquí las cifras se disparan. Hablamos de una ciudad de 3,2 millones de habitantes y de un área metropolitana de más del doble, en total 6.464.078 (datos de 2015). No me miro por el espejo retrovisor, pero creo que se me está frunciendo el entrecejo.

De paso y por no obsesionarme, comento con Pepa lo que me parecen malas costumbres que se están implantando en la conducción. Es obvio que, por ejemplo, cada vez menos conductores utilizan los intermitentes y, como casi siempre, muchos de ellos –por Dios, que nadie se de por aludido- llevan coches de tres marcas alemanas que, en sus manos, encarnan la pre-potencia sobre ruedas. Insisto, digo muchos, demasiados, pero no hablo de todos. Los mismos que suelen pegarse, dar las luces para que te apartes, saltarse los límites de velocidad, no respetar la distancia de seguridad, invadir dos carriles………. A poco que seamos observadores nos daremos cuenta de que estos amos de la carretera, en su mayoría, no conducen automóviles sino “prepobólidos”. Sería muy interesante hacer un estudio sobre el fenómeno y especialmente sobre los especímenes que los manipulan, de sus perfiles psicológicos y del concepto tan anémico y poco acertado que tienen no ya de la imagen asociada a un supuesto “estatus”, sino  también, de lo que es el respeto a los demás conductores, su observancia de la seguridad, el cumplimiento del código y de los límites establecidos. Echar un vistazo a algunos de esos “prepopilotos” cuando ponen pie en tierra –decir algunos, insisto,  no es decir todos- es más que suficiente para saber con que tipo de gente nos la estamos jugando.

Llegamos a Madrid una hora antes del comienzo de la peli. La ciudad está petada. La mayoría de los veraneantes han regresado y acaban de cobrar. Damos un montón de vueltas. No hay forma de aparcar. Nos vamos cerciorando de los aparcamientos públicos por si acaso. Otra vuelta, y otra y otra…. Nada, al final, parking… Es el precio añadido que hay que pagar en esta ciudad por vivirla, trabajarla o disfrutarla si un día determinado te da pereza o no te conviene hacer uso del transporte público. Las terrazas a tope, dobles de cerveza y combinados por un tubo y venga de prepobólidos y de prepopilotos que desde una altura y una anchura obscenas invaden espacios públicos en los que no caben y, por supuesto, a costa de ensuciar la ciudad y el planeta.

Al llegar a la entrada del cine un cartelón en taquilla nos informa: “venta de entradas en el interior”. Se ve que no hay o no se quiere gastar dinero para pagar suplencias… Me pregunto si esto habrá sido así durante todo el mes por las vacaciones de la persona en cuestión ……….

Llegamos al bar o más bien a la fábrica de palomitas y sacamos nuestras entradas. Nos dan la fila 8 de 10 que hay en total. Pepa pide centradas y a ser posible de pasillo. Una vez dentro te entra la risa, aquello es tan estrecho que todo es centro.

El jefe lo tiene bien pensado: compran la entrada y de paso consumen…. Antes, al menos, te invitaban a hacerlo en pantalla después de la publicidad… “Visite nuestro bar”. Le digo a Pepa que no cuela, que nos tomamos algo fuera, bueno no, que el bar La Flor es muy cutre, mejor en el que está un poco más allá. Tenemos quince minutos. Nos da para atragantarnos con un Acuarius de limón, a ser posible.

Volvemos a paso ligero. Mi chica se compra un tonel de palomitas –ella no concibe ir al cine sin atracarse- y nos acomodamos en nuestras butacas. Las salas comerciales se han posicionado en el extremo opuesto de los prepobólidos. Cuando uno entra en ellas, se tiene la sensación de estar en el salón de casa, solo que en feo. He conocido salones privados en algunos barrios “señoriales” de Madrid más grandes. Estas salitas como que le restan categoría a la película, sobre todo, si es buena. Son como un marco barato que rodease a un lienzo importante…. Hecho de menos aquellas macro salas llenas de “prepotencia” de la Gran Vía, de Fuencarral…. con sus artesonados, sus butacas forradas de terciopelo, su olor a cine, sus pantallas gigantes que pretendían hacerte creer que aquello era un teatro de otra manera, cuando para ver lo que allí se proyectaba, antes de nada se abría un telón. Qué decir de los cines de sesión continúa, en los que por diez, quince o veinte pesetas veías dos películas formidables y echabas la tarde con tus amigos del cole. Aquellos en los que los enamorados se escondían para hacer manitas, darse un piquito o algo más y a los que acudían personas para poder estar calentitos en invierno al menos una tarde a la semana. ¡Lo que darían hoy muchos por poder acudir a un cine de sesión continua…..!

En la salita de estar, además de nosotros, hay otra pareja y una chica. ¡Cuánto me alegro de que entre tan poca gente haya una chica sola!. Eso si, se nota demasiado su soledad…. En esto el siglo XXI está resultando ser igual que el XX. Ésta es una chica valiente y sin prejuicios, al menos, eso quiero creer. Pepa y yo flipamos por la escasa afluencia. ¿Nos habremos equivocado de ciudad?. ¡A ver si no va a ser esta la sala sino la de al lado…..!

Se apagan las luces y tras la consabida publicidad, comienza la peli. Justo entonces entra otra pareja, luego otra. Nada mas comenzar entran dos parejas más. Parece que el cine no invita a las singles pero tampoco a los singles… Aquí tampoco hay paridad..¿es que no va a entrar ni un tío solo?. Otra pareja y finalmente otra. Estas, aunque han llegado tarde, pueden engancharse al argumento sin problema. Almodóvar ha dotado a su película de cinco minutos de cortesía.

Somos 17 espectadores en un cine del centro de Madrid, un sábado a las 22:00 horas….. “¿Seremos todos españoles….?, tiene subtítulos en inglés”. La película es una creación de Pedro Almodóvar, repito, de Pedro Almodóvar. Es decir, de uno de los cineastas más importantes de España y con mucho más que reconocimiento a nivel mundial.

Me engancha desde el primer minuto y una vez finalizada tengo la sensación de haber visto una buenísima película aunque en esta ocasión, desposeída de todos esos guiños geniales a que nos tiene acostumbrados el director y en la que nos habla de seres humanos y de sentimientos de forma magistral. Una película que nos muestra la relación entre una madre y una hija. Cualquier persona que haya reflexionado mínimamente sobre la verdad de las emociones que se desatan en las relaciones paterno y maternofiliales, puede retratarse en ella. Esto es cine con mayúsculas por el tema que afronta y por como se aborda. Por la seriedad y la sensibilidad con que se trata…. Con una interpretación formidable de sus dos protagonistas, Emma Suárez y Adriana Ugarte… Sin menosprecio de ellas, que han dado más que pruebas de sus respectivos talentos, en esto, también se percibe al gran director que hay detrás.

Lo que hayan dicho los críticos, como haya sido la anterior película de este ex trabajador de Telefónica o los problemas que se haya podido buscar con ese engendro al que llamamos Hacienda, no me influyen. “Julieta” es un film que merece la pena ir a ver.

De vuelta al parking tengo sensaciones encontradas. Me entristece que la sala estuviera vacía mientras las terrazas están a rebosar, los restaurantes con listas de espera y las calles del viejo Madrid invadidas de prepobólidos.

Estoy enojado por el poco caso que se le hace hoy a un hombre que sigue transgrediendo y contándonos cosas que nadie se atreve a contar. Que hizo reír y llorar a varias generaciones, que trasladó al cine un estilo basado en la fusión de los diferentes géneros teatrales, que dotó a la pantalla de un sonido, un color y una estética nuevos, que engarzó el drama y la comedia como nadie y que llevó al celuloide, al igual que Valle-Inclán lo hizo al papel, algo tan genuinamente español como el esperpento, internacionalizándolo mucho más…… Un hombre que nos habló descarnadamente de la libertad, de lo que la sociedad esconde y que nos mostró con absoluta naturalidad lo que aún hoy, muchos, se niegan a mirar.

Según escribo me descubro tan iluso……. Hasta idealista y mira que eso es raro en mi…  Se me olvida que los españoles hemos dejado de pagar lo que ha sido conquistado por la tecnología asociada a la comodidad o, mejor dicho, a lo que algunos entienden por comodidad. Supongo que esto no solo nos sucederá a nosotros. “Ir a ver…..”, ¡qué  chorrada!. Ahora vemos lo que nos da la gana y como nos da la gana. Para eso están nuestras cuatro paredes, el pirateo nacional y en el mejor de los casos, los Imagenio, los Netflix…. ¿No somos libres?.

Seguimos camino del parking y me reconforta que mi pareja coincida conmigo. Sus sensaciones sobre la película son las mismas. Aún así echo de menos aquellas macro salas mega prepotentes con telón incluido y atestadas de gente. Aquella época en que un estreno de Almodóvar suponía un acontecimieno cultural. Los tiempos en los que la búsqueda de la libertad de expresión bien fundamentada era valorada por la mayoría. Cuando los españoles sabían o, al menos intuían, que un Ósar, un Nobel, un Príncipe de Asturias…. eran reconocimientos a los que había que mirar. Cuando apoyábamos a  todos aquellos que se esforzaban en que nuestro país cambiara a mejor y fuera admirado por su talento.

Se me ha puesto mal sabor de boca porque, además, caigo en la cuenta de que entonces dentro de nuestras cuatro paredes veíamos programas como La Clave….. Todavía no habían llegado ni los Sálvame, ni los OT, ni los Gran Hermano, ni los experimentos de vulgaridad en los que políticos y periodistas pretendiendo pasar por respetables toman del reality show la parte mas morbosa, ofensiva y mediocre. Dígase, La Sexta Noche. ¿Será posible que hasta me estoy enfadando?.

Nos cruzamos con una joven pareja y sus dos hijos pequeños. Me fijo en ellos. No se porqué pero me transmiten buen rollo. Los peques atrapan mi atención y me descubro sonriéndoles. Gritan divertidamente y corren por la acera. Vuelvo a mirar a los padres y percibo que estos no son de los que pasan por el aro. Puede que me esté montando otro peliculón producto de mi fantasía. Me da igual, no quiero volverme a casa tan ofuscado. Quiero creerme que estos niños de mayores no verán televisión basura, no comprarán prepobólidos, no ensuciarán el planeta y cumplirán con las normas de circulación. Necesito creer que ellos valorarán las cosas importantes de la vida, las que nutren nuestro espíritu y lo mejor que tenemos. Que sabrán discernir entre lo que les haga crecer y lo que no. Que vivirán al margen de la confusión que genera el todo vale en el que hoy transitamos. Estos niños y todos los niños son los dueños del futuro. Se lo hemos puesto demasiado difícil porque el presente que les entregamos, desde luego, no es para tirar cohetes. Por eso es imprescindible que cuando aparezcan los Almodóvar de su tiempo, los prefieran a muchas otras cosas.

Los padres también me sonríen. Siento que la magia de la comunicación sin palabras ha hecho acto de presencia. Me siento mejor. Pepa y yo caminamos cogidos por la cintura y también nos sonreímos. Su mirada me lo cura todo….. En el aparcamiento nuestra pelotilla híbrida nos espera para llevarnos a Guadarrama.

Al fin y al cabo, todos soñamos lo que creemos ser.